Trabajar con arte o estar ocupado en la rutina

La creatividad del sujeto autónomo y la monotonía del autómata 




Generalmente se considera como una cuestión válida y universalmente aceptada, el hecho de que a un elevado porcentaje de individuos le resulta tedioso y deprimente visualizar el trabajo del día siguiente. Sea por la ejecución del trabajo en sí o por el clima en que se lo ha de realizar, lo cierto es que se espera el viernes como el día más distendido, ante la inminencia de un fin de semana imaginado como liberador y altamente placentero. Pero la realidad del mismo fin de semana en muchos casos no se presenta tal como fue imaginada, ya que la paz anhelada y las gratificaciones casi nunca aparecen. Esto demuestra que el ser humano tiende a compensar con su imaginación lo que en la realidad se le presenta como adverso y tedioso. 

En el plano laboral, ese mecanismo compensatorio proviene de la falta de motivación por el trabajo y de comprensión acerca del sentido de la tarea y de las cosas por hacer. Independientemente de las condiciones que hacen al clima de trabajo, siempre estamos disconformes con lo que nos toca hacer, mirando y comparándonos con la situación ajena, sin advertir si hemos sido libres en elegir la tarea que estamos habituados a realizar. De allí que habrá que analizar si lo que hacemos es porque queremos hacerlo o porque nos toca hacerlo a instancias de una fría obligación. Esto definirá la calidad de lo que hagamos y el cómo lo haremos; si haremos la tarea como artistas o como rutinarios. 

Salvo situaciones de excepción, gravedad o urgencia, todos buscan y anhelan trabajar con arte, gusto y bienestar, sea cual fuere la naturaleza de la tarea. Y cuando ello ocurre, la obligación no aparece como impuesta mecánicamente, sino como aceptada y comprendida conscientemente. 

Trabaja con arte quien ha podido descubrir en sí mismo su talento y sentir en plenitud lo que es capaz de hacer. A partir de allí, una fuerza interna lo impulsa a buscar las condiciones y las oportunidades para consagrar sus afectos y emociones al despliegue creativo de su vocación. Inversamente, cuando el arte está ausente en el ejercicio de cualquier tarea, se trabaja con desgano y sin placer y aparece un agobio que emerge del aburrimiento y el tedio. Esto explica la existencia de no pocos rutinarios que, a pesar de ejecutar tareas complejas y jerarquizadas, lo hacen con profundo desagrado y fatiga. 

Cuando el sujeto no valora sus propias capacidades y no ha descubierto todavía su talento personal, aparecen ciertos rasgos disfuncionales caracterizados por estos comportamientos: 

- Tendencia a ver en la tarea ajena la tarea ideal 

- Hábito de quejarse de lo que se está haciendo, cómo se está haciendo, con quién se está haciendo o dónde se está haciendo 

- Tendencia a envidiar a los demás por la tarea que realizan 

- Terminar la tarea cansado, abrumado o descontento 

- Trabajar en lo que no se siente capaz o se tuvo que aceptar bajo presión 

- Trabajar haciendo lo mínimo por obligación y/o dejar inconclusa la tarea 

- Reiterar errores por ejecución de la tarea a desgano y sin motivación 

- Cumplir con el horario indispensable, con la esperanza de cambiar algún día el trabajo 

- Sentir la angustia de trabajar en lo único que se ha encontrado para hacer 

- Falta de aceptación y valoración de una situación a la que, quizás con el mismo mecanismo, otros seguramente estarán observando con cierta envidia 



Estos comportamientos frente al trabajo, convierte a los individuos en verdaderos autómatas, en rutinarios y aburridos crónicos. Al no valorar el talento y la propia capacidad, sea por falta de conocimientos o por baja estimación de sí mismo, el sujeto se siente incapaz de ser creativo y no puede aceptar lo que es y puede hacer realmente. Se transforma, entonces, en un autómata con su trabajo habitual, incrementando su dependencia, su falta de iniciativa e imaginando ser feliz solamente cuando logre la posesión de lo que otros tienen y disfrutan. De esta manera, el sujeto desplaza su punto de observación fuera de sí mismo, a la espera de un cambio posible que mejore una situación que seguramente quedará en una mera imagen ilusoria e improbable, hasta que aquél logre conocer y decida valorar su propio e intransferible potencial creativo.


Dr. Augusto Barcaglioni



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1 comentario:

  1. Es muy habitual, escuchar a nuestro entorno renegar por sus tareas cotidianas, generalmente lo laboral. Tomando el domingo, como un día depresivo, dado que el lunes comenzará una nueva semana de rutinas y malestares. Seguramente esto se deba a la falta de motivación, yo diría más bien, auto-motivación. Si bien uno, generalmente se desarrolla en lo laboral por necesidad y muy pocas veces por placer, sería muy beneficioso comenzar a enfocarse en lo positivo de la vida. Aquí se me viene a la mente la apreciatividad. La apreciatividad como capacidad de valorar en los otros y en las situaciones las cosas buenas, dejando de lado el pesimismo que al único lugar al que nos lleva eso es a depresión y continuo malestar, nos lleva a estresarnos y a no disfrutar de las cosas lindas cotidianas.

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