El necio y su función de retardo

El necio influyente retrasa la acción del grupo donde actúa 


En realidad, con esta nota concluimos la “semana del necio”, en homenaje a las víctimas de la profesión más extendida y hasta milenaria y de la que ninguna sociedad, familia, pareja u organización pudo escapar. En cualquier lugar en el que se encuentre un necio activo e influyente, allí mismo aparecerá, de una manera u otra, una función de retardo o de interferencia. El hecho de tener que tratar de convencer al necio de su equívoco mediante intentos que resultan de entrada infructuosos, implica un desvío en el uso del tiempo y de la energía individual o grupal. No es el caso de persuadir a quien está abierto al diálogo y a nuevas comprensiones, sino de forcejear sin resultado alguno ante quien cerró su mente y se adueñó de una verdad implacable y superior a cualquier otra. 


En aras de su obstinación, el necio niega las evidencias que le muestran la necesidad de acceder a nuevas adaptaciones, de cambiar de enfoque o de rectificar rumbos. Desde su rigidez conceptual, las acciones que lleve a cabo y las decisiones que tome se convertirán en desvíos estériles que han de configurar verdaderas funciones de retardo que, por acción u omisión, afectarán la convivencia o la ejecución de los procesos y proyectos, según los casos. Estas funciones de retardo responden a un estado mental dominado por la obstinación y la pérdida de la capacidad adaptativa. Esto último es lo que caracteriza al necio, pues al creer y presumir que sabe y está en lo cierto, la obstinación frena su adaptabilidad y flexibilidad, introduciendo y dando lugar a nuevas funciones de retardo. 

A pesar de sus consecuencias, la profesión de necio cuesta conocerla, porque su accionar se introduce solapadamente a través de una faceta en cierto modo ingenua. Nadie ni siquiera sospecha que el necio ejercite la tan nefasta violencia blanca de una manera sistemática y persistente, en concordancia con un estado mental solidificado y petrificado en las imágenes que no le permiten un mínimo de flexibilidad o replanteo de los conceptos, de los procedimientos a emplear o de las acciones a realizar. 

Por eso, cuando en un grupo hay un necio influyente, éste cumple, sin excepción alguna, una función de retardo que se traduce en bloqueos, impedimentos o atascamientos en la toma de decisiones, en la comunicación, en las tareas, en la convivencia y en los vínculos. El necio ejerce la profesión de retornar al pasado, de hacer retroceder cualquier emprendimiento o de impedir la percepción de un escenario futuro. Por eso, carece de esperanza y de optimismo, al detener el movimiento de su vida y de sus vínculos en la supuesta verdad que cree tener. 

De aquí que el necio puede llegar a convertir una fiesta o reunión social en un campo de discusión, al introducir elementos rígidos que lo incitan a mantener una posición inflexible y de disputa innecesaria. Así, cuando el necio habla u opina sin saber o cuando toma decisiones creyendo conocer los motivos, los alcances y el impacto futuro de las mismas, en realidad está introduciendo elementos de retardo e interferencia. Con ello logra impedir la función constructiva ínsita en los procesos propios de la convivencia y en los objetivos de un grupo. 

Como decíamos en otra nota, en esos lugares la inteligencia se apaga y la lucidez y voluntad del intercambio empiezan a sufrir serios debilitamientos y fracturas. Por eso, el necio carece de capacidades para el liderazgo y la comunicación, al aferrarse rígidamente a prejuicios y presunciones que no le permiten abrirse a la búsqueda de nuevas posibilidades a través del consenso y la confianza. Esto configura la pretensión de apoderarse y controlar el discernimiento ajeno mediante la utilización de formas sutiles de imposición y sumisión. 

Al controlar el pensamiento, el necio experimenta el sórdido placer de nivelar las mentes y uniformarlas, sustrayendo a quienes les rodean el derecho de pensar con autonomía y de decidir por propia convicción. Lejos de ello, el placer de con-vencer lo incita cada vez más a sostener una posición inamovible y difícil de superar sin que medie la flexibilidad de pensamiento, la confianza y apertura honesta a los demás y el reconocimiento sincero del talento y de las capacidades que todo ser humano alberga en la intimidad de su naturaleza.


Dr. Augusto Barcaglioni


(Agradeceremos contestar la breve encuesta semanal, ya que una simple tilde nos permitiría aproximar nuestras notas y reflexiones hacia los 
temas más sensibles y críticos)


4 comentarios:

  1. DR. Augusto Barcaglioni:
    Excelente su texto y su blog. Encuentro muy atinada la reflexión que hace sobre el necio y la citaré en mi aula virtual para hacer reflexionar a algunos necios que rondan las aulas de clase.
    muchas gracias por compartir sus trabajos.

    Alba Lucía Bustamante H.

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  2. Estimada Alba:
    Muchas gracias por su comentario. Como bien afirma en el mismo, es la reflexión la que permitirá que el necio deje de cumplir con la función de retardo que cumplen con tanto esmero en los grupos donde actúan.
    Le mando un afectuoso saludo.

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  3. Excelente, bien vale reflexionar hasta donde en ciertas ocasiones una percepción distorsionada de la propia valía y asertividad lleva a una persona con el ánimo de aleccionar a manifestarse como un dictador de sus propias opiniones convirtiéndose en un necio e indeseable para el grupo, por muchos conocimientos que tenga, tal vez algo que ver con las habilidades sociales, comunicación efectiva y la empatía

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  4. En cuanto al ámbito educativo sería interesante poder identificar aquellas personas que de alguna forma tienen esta manera de ser, y hacer el intento de poder cambiar algunas de sus actitudes; se podría hacer algún taller de diálogo y escucha, o situaciones para aprender a mediar ante un conflicto. No nos tenemos que olvidar que estas personas están educando, y en la educación no sólo se “transmiten” conocimientos, si no también expresiones que usamos, gestos que los alumnos van incorporando a su propio estilo.

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